NO RECUERDO TU VOZ
No recuerdo tu voz
Por más que me esfuerzo
no recuerdo tu voz.
Aquella que recorría por mi nuca
cuando murmurabas tus deseos
cerquita, muy cerquita de mi rostro asustado.
La piel se erizaba
mientras deseos antiguos invadían mi mente.
Quiero oírte,
Pero no recuerdo tu voz, no la recuerdo.
Cada noche retumba un eco febril
en la bóveda ardiente de mi cielo.
Se reviven relámpagos en mis espacios.
Llueve, y cada vez que veo llover
un murmullo suplicante recorre mi cuerpo.
Algo en mi interior reclama tus notas sonoras.
Cómo es posible que vea tu fantasma
habitar mi espacio
callado,
Omnipresente,
con eso ojos suplicando cubrir tu desnudez con mi piel,
Y en silencio,
en esta oscuridad profunda de la vida
ruego escuchar el gemido de un ¨te quiero¨
como en los buenos tiempos.
Carmen Amaralis Vega
VIDA TATUADA
Vida tatuada en tu pecho.
Se trata de la conciencia,
de entender el valor de la vida
olvidando las horas de hastío.
Estarías loco si no encuentras el significado del destino.
Ese destino de cara a la pared en blanco,
a ese juicio ajeno que importa tanto,
con esta atolondrada mirada de cansancio,
viviendo en ajetreo para complacer
la opinión de otros que aprisiona,
paraliza,
detiene.
Quisieras liberar esa gaviota interna
que te grita:
Detente en esa búsqueda de aplausos,
de pasillos fríos,
de risas en carnaval.
Al final lo que cuenta son los fractales dibujados en tu piel,
el purpura de tu sangre en las manos,
y los tatuajes ocultos en tu pecho.
Sí, al final lo que cuenta es la memoria del corazón,
esa memoria que amplía los recuerdos del alma
dándole valor a lo conocido
en las rutas escabrosas de la vida.
Esa vida que llevas tatuada en el pecho,
ese pecho que conoce la intensidad de tu amor.
Carmen Amaralis Vega
JOVEN OTRA VEZ
Sin voltear la mirada me bebí tu adiós.
Toda yo necesitaba el descanso.
Con la mirada ausente
a paso lento comencé otros caminos.
Nadie ganó en el tránsito.
Repartí sin pensarlo los pétalos de rosas
que un día recogí en tu jardín.
Hice nuevas fiestas en mi corazón
casi inerte,
frio,
distante,
Pretendí amar rostros nuevos.
Y vi tu sombra en cada rincón de mis inquietas camas.
Entre febriles cuerpos siempre tu fantasma.
Tu sombra silenciosa, sin quererlo, me reclama.
Ahora mi alma fugitiva suplica tu presencia,
desea aquella suavidad de tu espalda,
volver a olfatear el aroma agridulce de tu nuca,
lamer la delicada piel de tu boca,
revivirme en tu miel,
sintiéndome mujer joven otra vez.
Desdichada de mí,
me arropa el vacío de tu ausencia.
Carmen Amaralis Vega